Estimar se define como 1. Calcular el valor
aproximado de algo. 2. Sentir aprecio o estima por alguien. 3.
Tener una opinión de algo o alguien. 4. Reconocer el
valor, atributos o méritos de una persona o cosa.
Encontramos en estás definiciones el denominador
común de dirigirse a las características positivas
y no mencionar un sentimiento más profundo que rescate la
totalidad de la persona, mucho menos su naturaleza
humana.
Entre tanto el amor es
definido como: un concepto
universal relativo a la afinidad entre seres. Se considera sano o
verdadero cuando es constructivo para la persona que lo despierta
y para quien lo siente. «Amar es encontrar en la felicidad
de otro tu propia felicidad» (Leibniz). El amor no
desaparece al percibir características negativas o
carencias en el amado. Para J. Bucai amar es un genuino interés
por el bienestar del otro. Y Guillermo Pareja propone que "ese
otro se convierte en un tú entrañablemente amado
como persona, por su unicidad, irrepetibilidad,
irremplazabilidad.
William James (1842-1910) psicólogo que dedicó
su estudio a las experiencias religiosas afirmaba que "La estima
que sentimos por nosotros depende enteramente de lo que
pretendemos ser y hacer" y por ello, que la correlación
entre los éxitos concretos confrontados por sus
aspiraciones da el nivel de autoestima,
entre más fracasos menos autoestima.
Así que la autoestima se fundamenta en estimar lo que
considero positivo de mí, mientras que el amor personal
contempla la carencia, falibilidad y limitaciones de mi yo. Por
ello creo que es importante aspirar al amor y para hacerlo es
indispensable reconocer y aceptar la incompletud de nuestra
realidad humana.
Amor personal y
psicoterapia
El amor que merece quien nos ha elegido para
acompañarlo en su proceso de
auto-descubrimiento y para estar a su lado mientras restaura sus
heridas, va descubriendo su sentido de vida, su trascendencia, se
orienta hacia su propio ser y dignifica su indigencia, es un amor
profundo y verdaderamente humano.
Sólo desde el amor podemos ver la potencialidad del
tú para llegar a ser, y acompañarlo en su propia
humanización.
Rogers (1902-1987) propuso que la autoestima sería
desarrollada en los clientes a
través de la aceptación incondicional y el
interés positivo del psicoterapeuta, ya que estos se
menosprecian y se sienten indignos de ser amados y el
psicoterapeuta los acepta como son se permiten amarse a sí
mismos.
Viktor Frankl, por su parte, propone que lo que realmente sana
es el encuentro y este encuentro habla de la importancia del
acompañamiento. Y he llegado a la convicción de que
no se puede intentar acompañar al otro si no se le ama. Y
no le puedo amar si no intento amarme a mi misma. Sólo
desde el amor podemos ver la potencialidad del tú para
llegar a ser, y acompañarlo en su propia
humanización. Desde mi experiencia para ir siendo capaz de
intentar amarme y amar al otro ha sido indispensable la Terapia
de la imperfección.
Por lo tanto, atreviéndome a parecer determinista,
estoy plenamente convencida que mientras el psicoterapeuta no se
cambie de la perspectiva perfeccionista a la perspectiva humana
de la imperfección el trabajo
terapéutico se dificulta y en algunos casos se hace
imposible y, como lo menciono anteriormente, hasta
tóxico.
Si el terapeuta y el paciente viven desde la perspectiva
perfeccionista se establecen dentro de la psicoterapia
una serie de juegos
macabros de autoengaño y de crecimiento virtual.
Aparentemente ambos quedan "contentos" "lograron ser
excelentes", cubrieron las expectativas personales y del otro,
sacrificando el verdadero crecimiento.
Mencionemos algunos juegos del "crecimiento virtual":
El del "complaciente": algunas veces el paciente
dice y hace lo que cree desea escuchar su psicoterapeuta para
no ser rechazado."Más de lo mismo": el psicoterapeuta con
posiblemente buena intención pero poco conocimiento de
su perspectiva perfeccionista "ejerce su poder" y "logra
restablecer" la vida y salud de su cliente o paciente, quien
a su vez logra "estimarse" por todo lo bueno y acertado que
ha hecho y hace en su vida. Claro está que no logra
comprender por qué en el fondo sigue sintiendo un
vacío, por qué sigue sintiendo que no es
suficientemente bueno, por qué se sigue sintiendo
fuera de lugar, por qué sigue enojándose ante
sus errores y los de los demás, por qué sigue
sin sentir la serenidad del que se acepta carente. Es
más se conforma con los cambios aparentes porque no
sabe cómo vivir diferente ya que toda su vida se ha
sentido igual.El juego del "salvador": es como si el paciente
dijera en un metamensaje "a que no me salvas" y el
psicoterapeuta perfeccionista contesta "a que si",
estableciéndose una lucha de poder; mientras que el
psicoterapeuta con perspectiva humana contesta "tienes toda
la razón sólo puedes rescatarte tú mismo
y humanamente para lo cual es necesario que cambies de
perspectiva".
Lo cierto es que, además, la perspectiva perfeccionista
coloca sobre nuestros hombros una pesada carga que podemos vivir
de diversas formas, considerando entre ellas dos extremos: la
soberbia (generalmente compensatoria de sentimientos
profundos y negados de inseguridad) y
la inseguridad angustiosa.
En la primera, el psicoterapeuta se siente como un dios y
actúa como tal, a esta le podemos incluir, entre otras,
actitudes
seductoras como otra forma de poder y
confrontaciones agresivas. En la segunda el sentimiento que
prevalece es la impotencia. La presencia de personas de autoridad o
con ciertas características le imponen y despiertan su
inseguridad, existe una preocupación constante y la
creencia de que la vida del otro depende determinantemente de la
"perfección" de su intervención y ante la
imposibilidad de lograrlo vive presionado y desgastado.
Desde ninguno de los dos extremos, el psicoterapeuta puede
cumplir con la maravillosa misión de
acompañar al otro ser humano en su propio proceso de
recuperación personal, porque esto sólo puede
hacerlo otro ser humano.
Aunque evidentemente son posturas opuestas, ambas son
actitudes perfeccionistas que corresponden a las actitudes de los
hermanos de la parábola del hijo
pródigo[1]una no puede existir sin la otra
y ambas son actitudes soberbias. Provenientes de la perspectiva
perfeccionista.
Porque la soberbia es un exceso de estimación propia
(pero si es excesiva muy probablemente es compensatoria por lo
tanto es falsa) La soberbia hace que uno sea su propio dios, su
propia ley, su propio
juez y su propia moral. Produce
envanecimiento, engreimiento y la devaluación de los otros, La soberbia es la
causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas y
el principal obstáculo para el verdadero crecimiento. Esta
es resultado de la perspectiva perfeccionista porque de ella
proviene el autorechazo que yace bajo esta fachada de seguridad.
Contraria a la soberbia está la humildad, como "sentido
de realidad", que se puede definir como "reconocer nuestro justo
valor", implica valorar nuestro ser, es decir, apreciar el valor
de ser, y no vanagloriarnos por nuestros logros, como tampoco
devaluarnos por nuestros fracasos. Para Santa Teresa la humildad
es "la verdad". La persona que dice la verdad, es veraz y para
ser veraz es necesario ser auténtico, honesto con uno
mismo y con los demás. Por lo tanto ser humilde es admitir
mis defectos y limitaciones, así como mis cualidades, con
sinceridad, honradez, con rectitud y con integridad ante
mí mismo y ante los demás. Renunciar a la
aspiración de perfección, es encaminarnos a la
virtud de la humildad. Al aceptar sus límites,
al aceptarse imperfecto no queda otro remedio que desarrollar la
humildad.
La indigencia nos ayuda a encarnar virtudes como: humildad,
compasión, caridad, fortaleza, fe y valentía. La
humildad eleva al ser humano. "sólo el hombre
grande se puede hacer pequeño". Resulta muy difícil
alejarnos de la soberbia y encarnar la humildad. Pero cómo
se puede encarnar humildad cuando "La cultura se
vuelve propulsora rígida del concepto del no
límite, con su antropología, su psicología, sus
objetivos de
educación
y sus terapias que lo invitan a la excelencia. Y con una ética y
espiritualidad en función de
la perfección". Ésta contradicción de la
cultura con su propia naturaleza
sólo logra enfermar al ser humano.
La Paradoja del
Poder del psicoterapeuta.
En teoría
trabajamos para que nuestros clientes o pacientes se acepten como
son y se amen. Yo misma lo intenté, durante muchos
años, desde lo más honesto y profesional que
podía, al mismo tiempo buscaba
aceptarme y amarme. Sin saber por qué no lo lograba, algo
faltaba siempre, hasta que conocí la terapia de la
imperfección y con ella, la perspectiva desde la cual
vivía, la perspectiva de infalibilidad rechazando
mí ser indigente. Con la búsqueda constante,
consciente e inconsciente, de controlar todo, haciendo realidad
el sentido del poder propuesto por Adler y al mismo tiempo
trabajando en mi crecimiento personal, pero ¡qué
contradicción! No era consciente que aquello que
rechazaba, mi limitación, era exactamente el punto de
partida para mi crecimiento real. ¿Hacia dónde
había estado
dirigiéndome y hacia dónde había
acompañado a mis pacientes?
A través del automodelamiento (Elizabeth Lukas) buscaba
ir siendo cada vez más yo misma y acompañar al otro
a recorrer su propio camino de definición personal. El
problema era que en esta realización rechazaba mi propia
humanidad y de la misma forma la de mis pacientes, aunque
conscientemente los "aceptaba", de forma inconsciente y sutil,
los acompañaba a rechazar su realidad humana. Buscaba
encontrar sentido a mi vida, a mi trabajo, al
sufrimiento pero no a mi existencia limitada. Creo en Dios, y
pensaba que tenía fe, no me daba cuenta que caía en
la soberbia de actuar como un pequeño dios al intentar
igualarme a Él anhelando ser perfecta. Concebía la
perfección como un bien, como un valor supremo, y a
fuerza de
voluntad intentaba encarnarla luchando contra mi propia
naturaleza, contra mí misma.
Había caído en el engaño que devela el
Dr. Peter "El concepto del no límite ha modelado la mente,
la conducta y la
espiritualidad; con una verdad inventada" y "La cultura: le ha
planteado al hombre que
puede y debe ser perfecto". Así, "El hombre es seducido a
buscar la perfección y la ve como un valor tanto en la
comprensión, como en la orientación de la propia
existencia". Este engaño ha impregnado todo. Y el campo de
la psicoterapia no es la excepción, de aquí la
importancia de humanizar nuestro maravilloso trabajo.
La derrota del
psicoterapeuta y del paciente
Gracias a nuestra incompletud, nuestras carencias, nuestros
límites, necesitamos de los demás. Necesitarse los
unos a los otros da sentido y significado a hacer comunidad.
Necesitar de los demás, me ayuda a valorarlos, a ir hacia
ellos, me ubica en la realidad, me facilita vincularme. El que
los demás necesiten de mí, me ayuda a trascender, a
darle sentido y significado a mi vida. Es importante diferenciar
necesitar de depender. Gracias a nuestro ser limitado es que
podemos realmente intentar acompañar a otro ser limitado,
identificarnos y encontrarnos compasivamente. La indigencia del
terapeuta: la conciencia del
día con día, de la riqueza del intento y de la
derrota.
Mientras el psicoterapeuta no reconozca la importancia de
aceptar y acoger sus propios límites y sólo haga lo
que le toca con su mejor esfuerzo, realmente no
acompañará a su paciente, tratará de hacer
lo que al otro le toca creando dependencia y dejará su
tarea, aquella por la que están solicitando sus servicios
profesionales, sin resolver.
Si el hombre inicia y mantiene su constante camino en sus
límites y precisamente a partir de ellos, estará
orientado hacia su ser y podrá encaminarse a ser quien
puede llegar a ser, siendo él mismo. Estará
constatando y confirmando su naturaleza Humana.
La Paradoja del poder es que mientras el psicoterapeuta no se
derrote ante sus límites, perderá su poder personal
y su vida profesional será ingobernable. Y si se derrota
ante la perfección su vida personal y profesional
será lo mejor posible, tendrá posibilidades de
crecer y acompañar a otros en su proceso de
crecimiento.
Proceso
terapéutico de la Terapia de la
imperfección.
Mi Concepto de la Terapia de la imperfección es:
encuentro de dos o más seres humanos: limitados,
erraticos, y defectuosos; cada uno con su propia percepción. Percepción que es
alimentada por la perspectiva desde la que están parados
ante la vida, ante sí mismos y ante los otros. Con el
objetivo de
compartir lo más amorosa y compáticamente posible
su perspectiva y su persona, y acompañar al otro u otros
en su proceso de REORIENTACIÓN y crecimiento personal:
HUMANIZACIÓN.
Encuentro
humano
El encuentro terapéutico: en esta relación el
terapeuta intenta acompañar y facilitar al paciente o
cliente, que se
conozca, acepte y ame, para que pueda decidir modificar su nivel
de conciencia, su percepción, sus paradigmas, su
manera de editar su vida, sus actitudes, su perspectiva.
Somos seres humanos y esta humanidad se constata con cada
error, carencia, necesidad, fallo. Sin embargo hemos aprendido a
rechazarla en nosotros, en los otros, en nuestras vidas. Al
rechazarla, nos rechazamos a nosotros mismos, a lo que nos
define, a lo que nos da posibilidad de caminar y de encontrar
sentido a ese camino. Y con ello, damos pie a nuestra área
oscura, porque esta se alimenta precisamente del rechazo hacia
nosotros, a los demás y a lo que acontece en nuestra vida
(accidentalidad). El rechazo significa falta de aceptación
y por lo tanto de amor. El amor, la aceptación, la
compasión y todos los sentimientos positivos nutren
nuestra área de luz.
Luz y oscuridad, opuestas y a la vez complementarias. La
calidad de
nuestra vida afectiva y los pensamientos que pueblan nuestra
mente tiene relación con nuestra salud integral. Si nuestras
emociones y
sentimientos son de desamor, desconfianza, inseguridad,
resentimientos, etc. nuestra vida será de infierno, caos y
autodestrucción. El rechazo provoca miedos, sentimiento de
soledad, resentimientos, angustias.
La autodevaluación, la sensación de no merecer,
de no valer, la inseguridad, un gran ego que esconde el verdadero
yo, aparentar lo que no se es, pensar solamente en uno mismo, el
egocentrismo, sentirse el ombligo del mundo, sentir que todo lo
que pasa es contra uno, pensar poco en los demás. Generan
un mayor desprecio de sí mismo, de los demás, de la
vida y hasta de Dios. Y provocan actitudes egoístas,
agresivas, demandantes, tendencia a establecer relaciones
dependientes destructivas, evasiones con drogas,
alcohol,
trabajo obsesivo, abandonar planes y relaciones por la tendencia
a victimizarse, obsesiones y desde luego angustia.
Los sentimientos negativos y los recuerdos destructivos hacen
que la persona quede presa de sus resentimientos, culpa, temores
y angustias; atormentada por el ayer, angustiada por el
mañana. Encadenada a una fuerza destructiva que jala,
impulsándola a cometer los mismos errores una y otra vez,
a dañar a quien dicen amar y a destruirse a sí
mismo.
Estas actitudes pueden convertir a la persona en un
"ayudadicto" que pretende ayudar, salvar a los otros, aun cuando
no piden ayuda, todo esto para encubrir su profundo resentimiento
y gran egoísmo. El resentimiento funge como ancla de
pensamientos obsesivos, de apego y adicciones.
Es importante que esta no sea la razón consciente o
inconsciente de nuestro trabajo terapéutico. Por
qué, ¿cómo lograr un encuentro yo-tú?
Si no ha logrado un encuentro con su propio ser.
¿Cómo puede una persona amar sino se ama a
sí misma? Y nadie puede dar lo que no tiene. ¿Puede
alguien prestar un vestido si está desnudo? ¿Puede
recibir invitados a "su casa" quien está fuera de ella y
perdido?
La dimensión espiritual se manifiesta en pensamientos y
sentimientos positivos como el amor, la aceptación, la
tolerancia, la
capacidad de pensar en los demás antes que en uno mismo,
el perdón, etc. Estos armonizan, aunque sea temporalmente,
a la persona consigo misma, con los demás, con la vida y
con Dios. Facilitan que la persona quiera darse oportunidades,
empezar cada día, regresar humildemente, perdonar y
trascender. Vivir así sólo es posible desde la
perspectiva de defectibilidad, que despierta la compasión
hacia la indigencia propia, la de los otros; que permite
encontrar el tesoro de vivir la accidentalidad de la vida como
una oportunidad de crecer. Y poder perdonar las actitudes de uno
mismo y de los demás que producen sufrimiento, porque son
manifestaciones de las carencias.
Por esto es indispensable trabajar con la tendencia
perfeccionista que provocan rechazo, miedos, culpa y desamor. Nos
lo debemos y se lo debemos a las personas que nos eligen para
acompañarlas en su proceso de crecimiento, sólo
así puede darse el verdadero encuentro humano en el que se
da la magia de la recuperación.
La acción
terapéutica que es la finalidad de este encuentro, debe
sustentarse en el campo del saber y del actuar, todo esto sin
dejar de acompañar.
La actitud del
terapeuta
Un punto importante en el trabajo terapéutico es: la
postura del terapeuta, por lo que es necesario identificar la
tendencia perfeccionista y la perspectiva desde la que vive el
psicoterapeuta: de falibilidad o infalibilidad. Tener conciencia
que cada uno tiene su propia interpretación de la realidad, sus razones
personales. Auto análisis existencial compasivo. Acoger los
límites propios, de los otros y la vida. No jugar al
rescate = lucha de poder. Conciencia de la imposibilidad de
omnipotencia. Partir de los límites personales y
profesionales, HONRARLOS. Identificación de la propia
tendencia perfeccionista. Trabajo personal constante para tener
una relación compasiva, humana y amorosa consigo
mismo.
Marco
clínico referencial
El terapeuta de la imperfección se maneja dentro de un
marco
teórico en el cual se desarrollan las fases:
descendente (exploración) y ascendente
(comprensión) del proceso terapéutico completo. Ese
marco teórico se denomina: la accidentalidad de la
vida.
Esta se refiere a que todas las experiencias desagradables que
la razón (a través del análisis y el juicio)
califica como traumas y fracasos, el terapeuta de la
imperfección las percibe como "accidentes",
sin ninguna descalificación para dichas experiencias.
Etiquetar dichos accidentes en términos negativos no
sólo equivale a desvalorizarlas también a
designificarlas. Designificarlas es restar el potencial que tales
"accidentes" pueden desarrollar en el curso de la vida e
introducir en el sistema mental
pensamientos y sentimientos nocivos para la persona. De
aquí, que es importante que el paciente perciba sus
errores y fracasos como su "tesoro inestimable" pues es de
éste material, de este depósito, de donde los seres
humanos echamos mano para crecer. La persona sana vive de los
"intereses" que aporta ese tesoro a su devenir humano.
El devenir designa el proceso de ser, bajo el que se incluyen
todos los tipos de cambio,
(movimiento,
alteración, generación, corrupción…) y que suele ir asociado a
expresiones como "llegar a ser". En general, y a partir de la
filosofía griega clásica, el hablar
del ser como "devenir" marca la
oposición a una concepción del ser como algo
estático. Se ha entendido, pues, que el "devenir" se
oponía al "ser", en el sentido de que el proceso de ser, o
de "llegar a ser" algo, se opone a la inmovilidad del ser. La
afirmación del devenir, del ser como proceso, se
identifica con una concepción dinámica de la realidad, de la que suele
considerarse a Heráclito de Éfeso como su
más representativo defensor. Al ser proceso no es un
producto
terminado. Porque el ser humano no se completa nunca. De esto
trata el devenir humano. Gracias a eso puede seguir caminando
toda la vida. ¿De otro modo tendría sentido su
existencia?
Herramientas
terapéuticas.
Estas son algunas de las características que nos
sirven para identificar la tendencia perfeccionista:
A) Observar: Su comunicación no
verbal: rostro (rictus facial), su mirada, su arreglo
personal, sus posturas físicas.B) Escuchar su lenguaje verbal: su tono de voz y su
narrativa: palabras como siempre, nunca, totalmente,
imperdonable, debo, tengo, debería, etc. Aquellas que
hablan de totalidad, es decir de idealidad.C) Identificar resentimientos y rencores porque
debajo de estos encontramos: la perspectiva de
indefectibilidad, es decir la creencia de que pudo haber sido
diferente y se pudo hacer algo diferente.D) Reconocer las posturas existenciales: la vida me
debe o la vida me pide.E) Roles de víctima-victimario: porque debajo
hay dos seres que rechazan su indigencia (hermano mayor e
hijo pródigo)F) Actitudes de auto-conmiseración.
G) Actitudes controladoras.
H) Confusión entre responsabilidad y
obligatoriedad.I) Miedos
J) Fugas: alcohol, comida, drogas, sexo, pensamientos
obsesivos, manías, trabajo.K) Lucha de poder: cada uno está seguro de que
tiene la razón, posee la verdad, adivina los
pensamientos y las intenciones.L) Pensamientos omnipotentes, falta de sentido
común, pierde de vista las prioridades, no considera
la menor pérdida.
Herramientas de intervención
Reciclar el error, significar los accidentes: a
través de la "inclusión del
límite".Compartir la experiencia de la indigencia:
¿cómo se experimenta en la vida cotidiana y
cómo nos "ubicamos" ante ella? Derrota vs
soberbia.Compatía desde la indigencia: solo se logra a
través de la "conciencia del límite".Análisis existencial compasivo: combinar
logoterapia y Terapia de la imperfección para encarar
la problemática completa del ser humano: el sentido de
la vida y el sentido del ser.Cambiar la narrativa de mi historia: cambio de
perspectiva.Hablar de lo que más avergüenza: exorcizar
nuestros fantasmas.Apertura a posibilidades: plan A, plan B, plan C..
Partir del límite vs expectativas ideales:
(demandas) honrar los límites.Responsabilidad y destino
Cuentos, fábulas,
historias: dinámica: cuenta tu vida en forma de
fábula.
Biblioterapia. La compasión ante el error personal:
inseparable del sentido del humor. El problema del hombre
es tomarse en serio.Analogías: autodistanciamiento. Las uvas
están verdes = meter luz a la oscuridad: una salida
creativa frente a la inevitable falibilidad del ser.El perdón desde la perspectiva de
defectibilidad.Trabajo con el niño interior.
Identificar la perspectiva: la "semántica" del
paciente revela la perspectiva desde la cual afronta las
Circunstancias de la Vida (CV).Genograma o Familiograma compasivo: perspectiva de
defectibilidad.Intercambio de roles.
Uso del lenguaje paralelo o paradójico: a
través del cual la humanidad conserva la memoria de su
realidad limitada.Compatía vs empatía: más allá
de la empatia!
POSTULADOS
TERAPÉUTICOS
Dos posturas existenciales: qué me debe la vida o
qué me pide la vida
Existen dos posturas existenciales, es decir dos formas de
plantarnos frente a nuestra propia existencia, por lo tanto, ante
la vida.
Frankl afirma que para buscar y encontrar sentido a nuestra
vida es necesario preguntarnos ¿qué nos pide la
vida? Hacernos esta pregunta nos ayuda a encontrar el sentido del
momento, nuestro lugar en el mundo y nos pone en el camino del
sentido último.
Pero mucha gente casi nunca se pregunta esto. Se la pasa
frustrada y conmiserándose porque está convencida
que la vida les debe algo. Quien piensa que la vida le debe
muestra una
expectativa idealista, no reconoce los límites de
sí mismo, de los otros ni de la vida y generan actitudes
demandantes.
Las expectativas del perfeccionista (desde la perspectiva de
infalibilidad) expresan que éste piensa que existía
la posibilidad de que la vida, los demás, especialmente
las personas cercanas e importantes, pudieron darle lo que
deberían haberle dado, lo perfecto, como yo quiero.
Así no me responsabilizo de mí, hago responsables a
otros, me justifico. La dimensión espiritual intenta
responder las preguntas que le hace la vida, afrontar y dar una
respuesta a las situaciones libre y responsablemente. La Libertad y la
responsabilidad nos permiten tomar una postura
frente al mundo, así como cambiar de perspectiva. De esta
manera, el hombre no dependerá de las circunstancias, de
sus instintos o de sus impulsos. Esto dependerá de la
perspectiva desde la que los decida ver. Aceptando mi indigencia,
desde mis límites y los límites de los otros, puedo
comprender qué no puedo pedir ni a mi mismo ni a los
otros. También es mi punto de partida para preguntarme
¿qué puedo dar?
La propuesta de la autosuficiencia como
rechazo del sentido de realidad.
¿Qué encontramos en la consulta? Es común
que la persona con estructura
mental perfeccionista, diga y hasta crea que reconoce y acepta
los límites propios y los de los otros. Sin embargo en la
cotidianidad gracias a la propuesta de autosuficiencia, puede
vivir con el paradigma de
"Yo se más que Dios"; por eso le digo qué hacer y
cómo debe hacerlo. O le reprendo o niego por no hacer las
cosas como "debió hacerlas". Personas que dan consejos,
soluciones y
direcciones que no les han pedido. Y se disgustan porque no las
siguen. Volviéndose dependientes y codependientes. Ven los
errores de los demás, pero los propios los justifican y
hacen a los otros responsables de lo fallido. Cultivando soberbia
e irresponsabilidad. Que se castigan por ser tan estúpidos
de cometer el mismo error. O peor aún que no se perdonan
un error cometido hace diez años. Desde luego los errores
que cometen los demás son eternamente imperdonables. Se
vuelven farisaicos y narcisistas. Dedican mucho tiempo, esfuerzo
y dinero en
lograr una imagen física, social y
moral impecable, admirada y perfecta a toda costa, incluso de la
propia salud cayendo en trastornos de conducta alimentaria, en
superficialidad y hedonismo. Que se desgastan e invierten mucho
para estar en el cuadro de honor, tener el auto más
elegante o costoso, la residencia en el mejor fraccionamiento,
ser popular y reconocido, volviéndose materialista,
superficial y vacío. Poseer bienes no es
lo malo, la terapia de la imperfección no invita al
conformismo, lo que es insano es depositar el valor personal en
ellos. Supeditando su valor a valores
inferiores.
Encontramos a muchas personas que temen la incertidumbre
porque no saben cómo van a actuar, temen al
ridículo, al fracaso, al futuro, incluso al éxito.
Caen en pensamientos anticipatorios negativos, provocadores de
angustia. Estos entre otros muchos síntomas que hacen la
vida muy pesada para la persona y los que le rodean, todos acaban
desgastados. El perfeccionista vive desde la fuerza de voluntad
no desde la buena voluntad, porque es imposible, desde un esquema
que desorienta del ser, encaminarse a lo conveniente para ese ser
que rechaza. Quien posee una estructura mental perfeccionista
vive desde los "deberías", su narrativa está llena
de palabras como: deber, tener que, debería,
obligación. Es evidente que se desgasta y se obliga. Esto
habla de que se maneja desde la fuerza de voluntad. Porque la
voluntad sólo se completa con el "QUIERO".
El esquema perfeccionista rechaza las tonalidades de la vida,
desde este, no existe el arco iris, ni los matices, sólo
el blanco o negro. Las personas pueden hasta sentirse orgullosas
al decir "para mi es blanco o negro, no existen medias tintas",
"si no lo voy a hacer bien, mejor no lo hago" "yo doy todo o nada
y eso mismo pido". El perfeccionista tiene esquemas y paradigmas
mentales absolutistas y extremistas, y su conducta manifiesta
este tipo de estructura mental. Buscan el bien total, quieren ser
inmaculados, y enjuician lo que no es así: lo feo, sucio,
el pecado. Y
acaban negándolo o revolcándose en ello. La
estructura mental perfeccionista hace que la persona rechace lo
que considera pensamientos malos, tontos, erráticos, o
absurdos.
El perfeccionista quiere que las personas, sus actos, la vida
y todo, sea como él quiere. Y vive eternamente frustrado y
tratando de controlar lo incontrolable. Así su vida se
vuelve ingobernable. Al rechazar su realidad imperfecta puede
fugarse a través de alcohol, drogas o cualquier conducta
compulsiva cayendo en una adicción, o de muchas otras
formas, patológicas todas, porque nada que se rechace, se
niegue o se reprima puede ser bien elaborado. El esquema
perfeccionista también rechaza los sentimientos que
considera malos: como el enojo, odio, la envidia, la tristeza, la
impotencia, la fragilidad, la debilidad. Y trata de ocultarlos,
negarlos, reprimirlos, los vuelca contra sí misma o los
transforma en lo contrario. El rechazo a los pensamientos y
sentimientos indeseables es mayor si los siente hacia una persona
importante. Especialmente a alguien a quien "debería
honrar" y "amar". Si dichos pensamientos y sentimientos son muy
"fuertes" y muy "negativos", los rechaza de manera igualmente
fuerte. Los escinde, es decir los separa de sí, los hace
ajenos y los transforma en información que "recibe", en forma de
alucinaciones auditivas y/o visuales. Que son códigos y
símbolos, de todo lo que no aceptan. Por
ello, generalmente estas "voces" pueden
ir en contra de sí mismo (ideas paranoicas, delirios y en
extremo psicosis
esquizofrénica) como auto-castigo. O de los demás
(en grados extremos puede caer en personalidad
límite o en un trastorno psicosocial).
Aunque también pueden transformarlos en lo contrario
(mecanismo de defensa) y volverse fanática del punto
opuesto, para rescatarse. Pero puede no ser suficiente el rescate
y tener que ser equiparable al "pecado", buscando convertirse en
alguien "perfecto", en un "elegido", con una misión
salvadora, de limpiar este mundo. En grados extremos puede
desarrollar una sociopatía o una psicopatía. Como
se puede ver la estructura mental perfeccionista provoca
manifestaciones patológicas a nivel cognitivo, volitivo y
conductual. Y un proceso patológico o deficiente a nivel
cognitivo, volitivo y conductual alimenta, a su vez, una
estructura mental perfeccionista.
Con las características anteriores es fácil que
se tornen amargados e impositivos. Actitud
contraria a la de la zorra de la fabula de Esopo, La zorra y
las uvas: La zorra intenta alcanzar las uvas maduras y no
puede – reconoce su límite y desde la
intuición se rescata diciendo "están verdes". La
zorra no es mediocre porque intenta no una, sino varias veces
alcanzar las uvas, pero ante la imposibilidad de lograrlo por sus
limitaciones. Al aceptar que nada podía hacer para cambiar
la situación, su intuición actúa y la
rescata. Nada podía hacer para cambiar la
situación, pero si podía cambiar su perspectiva y
RESCATARSE. Lo que evidentemente es una actitud sana, equiparable
a lo que reza la Oración de la Serenidad de AA:
"Señor concédeme Serenidad para aceptar aquello que
no puedo cambiar, Valor para cambiar lo que si puedo y
Sabiduría para reconocer la diferencia". Y esta, a su vez,
implica una actitud humilde. Esto sólo se puede comprender
desde una perspectiva de defectibilidad.
Desde la razón lógica,
la zorra se hace tonta, se engaña a sí misma y es
hasta mediocre. ¿De verdad es tonta, inútil o
mediocre? ¿Para qué le serviría la
acusación de la razón? Acabaría
odiándose a sí misma y, además, enojada con
la vida, porque debió poner las uvas más abajo o
haberla hecho más alta. Conmiserándose por ser tan
baja y no lograr la meta. Y
sintiéndose víctima "claro a mi no me va bien", "a
los demás si se les da todo" y sintiendo envidia. Con
todos estos razonamientos pierde, se frustra, baja su autoestima,
se amarga, se odia, se castiga y se enferma. ¿Vale la
pena? Porque desde la perspectiva de indefectibilidad existe el
paradigma de que ella podía alcanzarlas, es más,
que ella debería haber alcanzado esas exquisitas uvas
maduras. No alcanzar las uvas es un accidente, considerarlas
verdes una salida creativa para la inevitable falibilidad de la
vida y del ser.
Es precisamente un objetivo primordial en la psicoterapia
de la imperfección: la reconciliación con la
falibilidad del ser y de la vida.
Para eso, en el acompañamiento que se da en el
encuentro terapéutico, tengo la maravillosa misión
de ser instrumento de Dios, en esta relación yo
sólo hago mi parte y Él la suya. Por ello ruego
tener la humildad suficiente para no estorbarle.
Autor:
Graciela Soto Hernández
Maestría en Psicología
Clínica con enfoque humanista-existencial. Training en
Psicoterapia del Perfeccionismo. Especialidad en Logoterapia y
Análisis Existencial. Directora del Instituto de Estudios
Superiores de Análisis Existencial Humanista, Grupo
Serhumano, Puebla.
[1] R. Peter, Ética para errantes,
Ediciones Lag, México, 2006.
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